Después de jugar la semifinal de la Supercopa de España en diciembre contra el Atlético, Luis Suárez (Salto, Uruguay; 33 años) pudo sentir la ira. El menisco externo de su rodilla derecha falló nuevamente. Al principio no parecía mucho. “Seis semanas”, predijeron los médicos del Barça. Pero fallaron el tiro porque Suárez necesitó cuatro meses para limpiar el área, reconstruirla y fortalecerla de una vez por todas. “Luis se sintió bastante mal porque pensó que sería menos, pero después de la mala bebida y el encierro, ve que no se ha perdido tantos juegos y está muy motivado”, dicen fuentes de su entorno. Después de 147 días de descanso, el ariete mantiene su apetito.
En el Camp Nou saben que cuando Suárez regrese, los objetivos están asegurados. Justo lo que Messi necesita y, por extensión, este Barcelona que juega LaLiga y la Liga de Campeones, cómodo con una boya en el ataque que repara las dos centrales y hace drags para despejar el espacio para La Pulga. “Lo hemos visto trabajar como un salvaje, aplastándose y tratando de acortar los plazos. Vi todos los goles que marcó en el Barça y se me cayó la baba. Será una muy buena firma del mercado de confinamiento ”, dijo Eder Sarabia, segundo de Setién. El entrenador, con el partido de mañana contra Mallorca (22.00, Movistar LaLiga) a la cabeza, lo apoya: “Es mucho mejor de lo que esperábamos. La pregunta es si será para comenzar o durante todo el juego.
La rodilla derecha del uruguayo se ha cosido desde agosto de 2017, después de la Supercopa contra el Madrid. Fue una distensión en la cápsula articular que condujo a un quiste sinovial. No fue grave y se eligió un tratamiento conservador con células madre, además de un plan de trabajo específico en el gimnasio y la arena. Y pasó de marcar tres goles en los 11 juegos anteriores a 17 en los siguientes 14. Pero la rodilla volvió a quejarse en un partido de la Liga de Campeones contra el Tottenham en octubre de 2018 y, aunque compitió en cinco partidos más, tuvo que detenerse. Pero repitió el trabajo de fortalecimiento para regresar con fuerza, ya que firmó seis goles en cuatro enfrentamientos. Aunque no estaba completamente completo y en noviembre recayó del menisco, se detuvo por dos semanas más. A su regreso, agregó 16 goles en 13 juegos.
Cayó una penúltima vez contra el Liverpool el año anterior, cuando decidió someterse a una cirugía para llegar a la Copa América con Uruguay en lugar de luchar por la final de la Copa (perdida) contra el Valencia. Y Suárez no comenzó mal esta temporada, en la que jugó 1.756 minutos en 23 juegos, con 14 goles (0.6 por juego) y 11 asistencias (0.5). Algunos números que se parecen a los firmados desde que llegó al Barça, con 191 goles y 108 pases de gol en 270 duelos, lo que equivale a 0,7 goles y 0,4 asistencias por choque. Figuras que le traen a Messi sobre el tapete y que se unen a él en el ataque del Barça casi por definición.
Munir, Sandro, Alcácer y Boateng se han quedado en el camino, Griezmann ahora arrinconado a un lado. “Como fanático, creo que tendrían que buscar un delantero joven o hecho para que tenga la posibilidad de disfrutar siendo el Barcelona 9 cuando ya no estoy aquí”, reflexionó Suárez hace un año para beIN. Parece que será el argentino Lautaro Martínez, líder del Inter de Milán, quien quiere dinero además de hacer un intercambio de jugadores, con Junior a la cabeza.
Pero para eso falta, tanto como lo que queda de la competencia. Suárez, quien durante el encierro mantuvo su dieta, hasta el punto de que cuando fue criticado por ganar unos kilos de más, publicó una foto sin camisa en las redes sociales, y siguió de cerca el programa diseñado por el entrenador Juanjo Brau, entrenó durante unos días solo en la ciudad deportiva y, con el paso de los días y la reducción de la escalada, se convirtió en parte del grupo. Ahora apunta a Mallorca. Y su larga hoja de vida lo dice con botas afiladas.
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