“Países muy pequeños con muy poco peso”, fue la descripción que Nadia Calviño hizo en 2018 del grupo conocido como la Nueva Liga Hanseática, una trinchera nacida como resultado de la salida del Reino Unido de la UE y que bajo el liderazgo de la Países Bajos Intente evitar un posible directorio posterior al Brexit de los cuatro socios más importantes (Alemania, Francia, Italia y España). Las palabras de Calviño lo han perseguido durante estos dos años. Y terminaron convirtiéndose en el epitafio de su candidatura a la presidencia del Eurogrupo, que se estrelló de cabeza contra un rival aparentemente pequeño del grupo hanseático, pero que obtuvo el apoyo mayoritario de los 19 ministros de economía de la zona del euro que conforman El Eurogrupo.
A favor del ministro irlandés, Pascal Donohoe, ha jugado el hecho de que el voto en el Eurogrupo no fue ponderado por el peso económico o la población de los miembros. Pero aun así, el resultado muestra que el apoyo de socios tan poderosos como los que Calviño había obtenido no es suficiente para prevalecer. “En Bruselas no hay amigos o pequeños enemigos”, dice una fuente comunitaria. “Tienes que hablar con todos”.
La revuelta de los pequeños contra el candidato respaldado por Merkel, Macron o Conte confirma que la Unión ya no es el viejo club donde la coordinación entre las grandes capitales establece la agenda inexorablemente.
La Unión de 27 socios, y la Eurozona de 19, alberga constelaciones de intereses muy variables que están alineadas de manera diversa en todo momento y que pueden traer resultados tan inesperados como la victoria de Donohoe este jueves.
Incluso la canciller alemana, Angela Merkel, ya no tiene la capacidad de imponer sus criterios, como señaló el año pasado. Su acuerdo con Francia, Italia y España para otorgar la presidencia de la Comisión Europea al socialista holandés Frans Timmermans fue abortado por el Partido Popular Europeo, donde varias delegaciones de países pequeños también se rebelaron y reclamaron el cargo, que terminó en manos de la conservadora Ursula von der Leyen.
El golpe de Calviño también confirma que la dinámica de los partidos políticos, durante años anestesiados en Bruselas por el consenso europeo, está cada vez más presente en las instituciones comunitarias. La derrota del vicepresidente del Gobierno español se debe, en parte, a la lucha popular y socialista por distribuir los puestos en juego.
Desde 2013, los socialistas habían ocupado la presidencia del Eurogrupo, con el holandés Jeroen Dijsselblooom primero y el portugués Mário Centeno más tarde. El puesto compensaba parcialmente el dominio del PPE en otras instituciones, como la presidencia de la Comisión, el Consejo o el Parlamento.
Pero el equilibrio cambió en parte después de las elecciones al Parlamento Europeo de 2019. El PPE sigue al frente de la Comisión, pero los liberales, con Charles Michel, ocupan el del Consejo, y el socialista David Sassoli está al frente del Parlamento.
Los socialistas estaban apostando por mantener la presidencia del Eurogrupo, dado que el mandato de Sassoli expira a mediados del próximo año y, como era de esperar, será reemplazado por alguien de otro grupo. Esa situación dejará a los socialistas, el segundo grupo en las elecciones de 2019, sin ninguna presidencia hasta las próximas elecciones en 2024.
Pero el Partido Popular Europeo advirtió después de que Centeno anunció su retirada que no admitía esta lógica y que disputaría la posición. Y cuando Donohoe anunció su partida, el PPE expresó claramente su apoyo al irlandés, en un gesto que años atrás habría pasado prácticamente desapercibido, pero esta vez ha contribuido al resultado. Poco importaba que el irlandés representara a un país acusado de dumping fiscal para atraer exenciones fiscales a las multinacionales, evitando así el impuesto sobre los beneficios obtenidos en el resto de la UE.
“El resultado del Eurogrupo augura una batalla campal para las próximas posiciones que surjan y en las que la clave de distribución tenga en cuenta el color político de los candidatos”, predicen fuentes comunitarias. Sin embargo, otras fuentes indican que diversos factores han convergido en la victoria de Donohoe y que tanto el respaldo de Calviño como el de Irish fueron transversales, de izquierda a derecha. Los españoles contaron con el apoyo de países como Grecia, con un gobierno de un solo color del PPE. Y el irlandés, aunque no quiso revelar el origen de sus votos, aseguró después de ser elegido que provenían de todo el espectro político.
La incertidumbre ahora también se cierne sobre la cumbre europea de la próxima semana, donde se debe negociar el Fondo de Recuperación contra la crisis pandémica y el marco presupuestario de la UE para 2021-2027. Los países llegan divididos en grupos que en parte se parecen a los lados formados en el Eurogrupo. Fuentes comunitarias destacan el valor de Donohoe, pero advierten que el resultado del Eurogrupo “es el triunfo de los países que rara vez se preocupan por el interés europeo y en cualquier negociación se centran en el equilibrio de los beneficios nacionales”. Una combinación peligrosa para un fondo de recuperación que, según Berlín y París, debe basarse en una inyección de medio billón de euros en subsidios.
Merkel y Macron exigen un acuerdo urgente, antes de finales de este mes, debido a la urgencia de ayudar a Italia y España, los dos gobiernos más afectados por covid-19. Pero el primer ministro holandés, Mark Rutte, dice que no hay apuro y quiere negociar un presupuesto decreciente y un fondo de recuperación basado en créditos y con duras demandas para su desembolso. Los partidarios del acuerdo confiaron en el rodillo franco-alemán para superar los obstáculos de los Países Bajos, Suecia, Austria o Dinamarca. Pero la Liga Hanseática acaba de demostrar que una maraña de pequeños socios puede rodear a aquellos que vuelan más alto y hacer que sus alas dejen de aletear. La caída es inevitable.
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Publicado por Telegraph, Guardian, Metro, Independent, The Debrief, VICE, Femail Online, Inside Housing, Press Association, Open Democracy, i-D, la revista Your Cat, Mumsnet y más.