Todavía mantienen un marcado contraste: Nadal es el maximizador del potencial; Kyrgios es una llama parpadeante. Nadal fue deliberado, a veces aburrido, entre servir y anotar. Kyrgios juega como si tuviera que tomar un avión. Nadal nunca ha arremetido con ira en su carrera. Kyrgios lanzó dos veces el jueves, su segundo desde la derrota, 7-6 (0), 5-7, 6-4. La raqueta rebotó en la cancha y voló hacia la cabeza de un caddie que estaba parado cerca de la pared trasera, quien se agachó.
Kyrgios, quien fue abucheado cuando salía del campo el jueves, ya fue suspendido de la gira masculina una vez en 2016 y recibió una segunda sentencia suspendida por mala conducta en 2019. Se arriesga a otra sanción después del partido del jueves, y sería prudente que el Tour tomara medidas enérgicas contra las rabietas de los jugadores de manera más convincente. El mes pasado, Alexander Zverev casi falla al árbitro con cuatro golpes desde el banco de árbitros en Acapulco, México, y fue dejado de lado sin más suspensiones.
“Cuando permites que los jugadores hagan cosas, no sabes cuándo es el resultado final, es algo complicado”, dijo Nadal.
El español venció ahora a Kyrgios por 6-3 y, a pesar de su evidente talento, aún no ha llegado a los cuartos de final de un torneo de individuales de Grand Slam ni ha ganado el Masters 1000.
Nadal, uno de los máximos campeones de cualquier deporte, lleva un rato delante de la tele viendo más partidos de Alcaraz tras ganar y terminar su rueda de prensa y pensando en el partido del sábado y más allá.
“Honestamente, es genial tener una estrella así de mi país”, dijo Nadal. “Porque para los amantes del tenis, seguiremos disfrutando de un jugador increíble que lucha por el próximo campeonato más importante, no sé cuántos años. Muchos años”.
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