La política exterior no tiene un propósito independiente, pero es una parte integral de cualquier estrategia de desarrollo. El tipo de apertura externa que ha destacado a nuestro país en los últimos 40 años es consistente con el modelo productivo exportador de recursos naturales y actúa en el sector social como la educación, la salud y el bienestar. Esto es lo que necesita cambiar.

Por Roberto Pizarro y Luis Herrera

De hecho, el crecimiento está entrelazado con el crecimiento y la exportación de materias primas. Y, a diferencia de los países asiáticos, por ejemplo, la política exterior no se utilizó para promover cambios en el proceso de producción para aumentar el valor, y se abandonó el desarrollo de la ciencia y las nuevas tecnologías. Así, la apertura externa ciega y desorganizada apoyó el neoliberalismo interno.
Así, la política exterior, de manera unilateral oa través de tratados de libre comercio (TLC), fortalece el proceso extractivo, incrementa las exportaciones, pero principalmente de recursos naturales. Al mismo tiempo, la política abrió la puerta al capital internacional sin restricciones, facilitando su instalación en AFP, ISAPRES y universidades.

Este crecimiento, centrado en el aumento de las exportaciones de materias primas, ha configurado una economía regresiva desde la perspectiva del desarrollo humano, creando empleos precarios, creando desigualdades sociales y regionales, degradación ambiental y una persistente escasez de recursos naturales.

Como resultado, las estrategias neoliberales han enfrentado crecientes restricciones productivas y sociales. La falta de diversificación económica ha frenado tanto la productividad como el crecimiento y, al mismo tiempo, el acceso ciego al capital internacional ha servido para estabilizar las ganancias en educación, salud y bienestar.
Por otro lado, la subordinación de la política exterior a la política comercial, y en especial a los TLC, sin duda ha alineado la diplomacia de Chile con los requerimientos de los países desarrollados, alejando a nuestro país de América Latina y del Sur. En la práctica, esta política ha frustrado y socavado los posibles esfuerzos para trabajar con las potencias globales en temas clave de la agenda internacional: flujos financieros depredadores, propiedad intelectual, conflictos entre empresas y estados y el medio ambiente. , Entre otros.

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Los cambios económicos y sociales propuestos por el gobierno de Burke requerirán cambios en la política exterior, incluida la apertura del capital internacional al sector social.

De hecho, tanto las políticas unilaterales de comercio exterior como los acuerdos comerciales no pueden ser “neutrales” en términos de aranceles, capital financiero, inversión extranjera o propiedad intelectual para lograr una diversificación productiva efectiva. Se debe discriminar a favor de sectores industriales o procesos productivos que agreguen valor y conocimiento a la nueva matriz productiva. Asimismo, el nuevo concepto de derechos, que eliminará la especulación en educación, salud, bienestar y vivienda, necesita cerrar la puerta a estos sectores o al menos controlar estrictamente la inversión extranjera.

En consecuencia, habrá que introducir normas claras a favor de las relaciones exteriores que sean objetivamente compatibles con los cambios productivos y sociales internos propuestos.

A continuación, es útil identificar los países cuyas experiencias son relativamente más relevantes para los cambios que busca generar el gobierno de Burke, a fin de buscar vínculos más estrechos con ellos. Como resultado, será necesario enfocarse específicamente en los países que han logrado un avance tecnológico significativo y una diversidad productiva y, al mismo tiempo, promover el desarrollo humano esencial como un componente clave.

Entre ellos, los países nórdicos destacan por sus logros en áreas de gran impacto social (salud, educación, género, vivienda, participación ciudadana, etc.) y normativa laboral (negociación colectiva entre trabajadores, empleadores y Estado). Esto incluye políticas de innovación tecnológica sostenible (con alianzas público-privadas) que han transformado su pasado derivado en economías altamente desarrolladas. Dado el grado de compromiso con los muchos objetivos centrales del futuro gobierno de Chile, los países nórdicos deben actuar como un punto, y la alianza con ellos será fundamental.

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Países como Australia, Nueva Zelanda, Corea del Sur e incluso China, por su parte, son excelentes ejemplos de cambios significativos en la productividad. Sus respectivas economías, originalmente extractivas y/o técnicamente atrasadas, también han experimentado un salto extraordinario en su crecimiento. En las experiencias de estos países sería comprensible encontrar políticas específicas a tener en cuenta para avanzar en nuestros propios cambios productivos y en particular en la incorporación de la ciencia, la innovación y las nuevas tecnologías a nuestra economía.

Estas prioridades, que definimos como estratégicas, no excluyen, por supuesto, el restablecimiento de las actuales relaciones económicas y diplomáticas con la Unión Europea, Estados Unidos, Rusia y otros países relevantes en el actual contexto global. Solo queremos recalcar que la propuesta de cambio del gobierno de Bork tiene más que ver con la experiencia y realidad actual de los países nórdicos y la cuenca de Asia-Pacífico.

Finalmente, creemos que es importante restablecer las relaciones de vecindad, en las que las relaciones diplomáticas son predominantes, pero también ofrecen importantes oportunidades económicas que aún no han sido aprovechadas. Por eso debemos priorizar las relaciones con América Latina en general y con los países vecinos en particular.

Nuestro plan nacional, y la posibilidad de una mayor presencia política en el contexto internacional, está inevitablemente ligado a América Latina y el mundo en desarrollo. Chile debe tener una política exterior de relaciones bilaterales y de cooperación económica y diplomática, especialmente con la parte del mundo con la que tiene intereses y problemas, aún frente a las actuales dificultades de la institucionalidad regional.

Las relaciones con los países de la región no siempre son fáciles. Las situaciones políticas y las diferencias ideológicas a veces dificultan la comunicación. Sin embargo, será tarea de la diplomacia futura identificar intereses comunes que sirvan de base para una relación diplomática práctica, constructiva y mutuamente aceptable sin comprometer la visión estratégica relevante.

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La integración regional debe ir más allá de la coyuntura política y tener una visión de las relaciones de Chile con sus vecinos. Gabriel Burke ha dejado claro que si queremos que nuestros países de América Latina se entiendan y sean económicamente cohesionados, debemos superar los sentimientos ideológicos y las coyunturas políticas. Compartimos plenamente esta decisión. Un bloque sudamericano nos permitirá enfrentar mejor los desafíos del siglo XXI. No podemos promover esquemas de integración que involucren a unos países y excluyan a otros. Debemos aprender de la UE.

En resumen, para romper con el neoliberalismo propuesto por el programa Burke, se debe establecer una política internacional que sirva efectivamente a este propósito. En el nuevo gobierno, la diplomacia, el comercio, la inversión, la ciencia y la tecnología deben ser vistas como fuerzas para apoyar el cambio productivo, pero también como herramientas para garantizar una sociedad de derechos sociales.