Una feria de productos agrícolas este fin de semana en San José, Costa Rica.
Una feria de productos agrícolas este fin de semana en San José, Costa Rica.Jeffrey Arguedas / EFE

Queda por verse la catástrofe económica total que dejará covid-19 en América Latina y el Caribe, pero sus efectos sobre el bienestar social auguran un futuro sin esperanza. Después de siete años de lento crecimiento, el PIB de la región enfrenta una caída del 5,3%, su mayor caída en un siglo. El impacto de la pandemia podría sumir a otros 16 millones de personas en la pobreza extrema en 2020, haciendo un total de 83,4 millones de latinoamericanos viviendo en una hambruna total, según un informe conjunto presentado el martes por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO). El hambre, advierten estos organismos, será el mayor desafío que enfrenta una región donde 53.7 millones de personas ya sobreviven en una grave inseguridad alimentaria.

El informe titulado Cómo evitar que la crisis de COVID-19 se convierta en una crisis alimentaria advierte que los efectos de la crisis de salud han limitado el acceso a alimentos frescos y precios disparados en los mercados internos, mientras que el desempleo y la caída de los ingresos han llevado a millones de personas a optar por alimentos más baratos y de menor calidad. Entre los 83,4 millones de personas pobres que permanecerán en la región después de la pandemia, más de 34 millones tienen menos de 15 años y 30 millones viven en zonas rurales.

Para contrarrestar esta situación, la CEPAL y la FAO proponen un refuerzo de los ingresos básicos con una bonificación contra el hambre. “La pandemia ha revelado que solo el Estado tiene la capacidad de facilitar, coordinar e intervenir para garantizar la disponibilidad de alimentos”, dice uno de los puntos en el informe. Según el informe, prácticamente todos los países de la región, excepto Panamá, han aplicado medidas como las transferencias de dinero, mientras que países como Chile, Honduras o Ecuador han distribuido canastas de alimentos.

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El bono contra el hambre propuesto por estas organizaciones “podría materializarse en forma de transferencias de dinero, cestas o cupones de alimentos” por un período de hasta seis meses. La CEPAL y la FAO calculan que esta ayuda, alrededor de $ 47 por persona, equivalente al 70% de la canasta básica con los cálculos de 2010, sería equivalente al 0,45% del PIB de la región si se entrega a toda la población en escasez. En total, el costo estimado por ambas organizaciones es de $ 23.5 mil millones. “En América Latina podemos tener un revés histórico en la lucha contra el hambre y perder lo que hemos logrado en quince años en solo un par de meses”, dijo el representante regional de la FAO, Julio Berdegué, según los informes. la noticia.

Las agencias proponen el bono como parte de un decálogo de medidas para que todos los hogares tengan suficientes alimentos garantizados. El establecimiento de canales de comunicación entre los actores públicos y privados del sector, la financiación para los minoristas y el apoyo financiero para las empresas agrícolas son otras medidas propuestas.

Para los productores comerciales, hay un aumento de al menos 20% en el promedio de créditos emitidos en los últimos tres años. Estos sumarían un total de $ 5.5 mil millones que podrían ser financiados por “una línea especial de banca multilateral y bancos de desarrollo”. Para los pequeños productores, las organizaciones proponen un “kit de inversión básico” de $ 250 que tendría un costo total de $ 1.7 mil millones en toda la región. La CEPAL y la FAO solicitan cooperación internacional para apoyar a los países en mayor vulnerabilidad.

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“La gran tarea que tenemos ante nosotros es evitar que la crisis de salud se convierta en una crisis alimentaria”, dijo Alicia Bárcena, secretaria ejecutiva de la CEPAL. Hace unos meses, antes del inicio de la pandemia en la región, Bárcena había advertido en una entrevista con este periódico que “la cultura del privilegio ha naturalizado la desigualdad” en la región y que el modelo de desarrollo en el subcontinente estaba agotado.

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