Dicen que es difícil. Dicen que es amable. Dicen que sonríe poco. Dice que casi siempre sonríe. Yolanda Díaz (A Coruña, 1971), Ministra de Trabajo y Economía Social, proviene del comunismo. Es hija de sindicalistas de Ferrol. En solo siete meses, el ministro aumentó el salario mínimo a 950 euros y creó una estructura ERTE que ha salvado millones de hogares. Ahora la vida y el trabajo se han llenado de jefes que son algoritmos e inteligencia artificial. Una nave que gira hacia el horizonte, dejando recuerdos y nuevas preocupaciones a su paso. Responda por escrito, debido a problemas de programación, pero no falle la sesión de fotos.

¿Es necesario regular la inteligencia artificial (IA), los algoritmos y las redes neuronales en su relación con el trabajo?

Estamos inmersos en la transformación de los modelos de producción y en este proceso, la inteligencia artificial y los algoritmos deben estar al servicio de los trabajadores, y no al revés. Debemos observar, en paralelo, una responsabilidad de las administraciones en este reglamento.

Los algoritmos, mal regulados o no controlados, pueden crear grandes problemas. Imagine, por ejemplo, un algoritmo que envía un mensaje a sus colegas cuando alguien llega cinco minutos tarde.

Los algoritmos no son entidades abstractas, hay procesos detrás de ellos que deben ser analizados y evaluados, monitoreados. El control del empleador sobre la actividad laboral, por ejemplo, es un derecho, pero no es ilimitado. Y la protección de los derechos fundamentales, la protección de datos y la garantía de los derechos digitales siempre deben prevalecer. Recuerdo un episodio de La buena lucha en el que un algoritmo penalizaba al mejor maestro de la escuela y lo condenaba a despido. Tenemos que extraer dos lecciones básicas: no son sistemas infalibles y su funcionamiento debe controlarse.

¿Qué características básicas debe tener esta regulación en España?

Debe cumplir con los derechos fundamentales, en particular el derecho a la privacidad, y debe respetar las normas sobre protección de datos, pero también debe introducir elementos éticos y reflexivos. Además, debemos desterrar la opacidad y nunca perder de vista el factor humano.

La tecnología te permite tener un jefe 24/7. ¿Cómo se evitan estas situaciones?

La tecnología es una herramienta en manos de las personas, no el pasaporte a otra dimensión en la que los derechos y la protección de los trabajadores no se cumplen o desaparecen. Nuestros derechos deben ir de la mano con los nuevos desarrollos tecnológicos. Antes se decía que los derechos de los trabajadores no se detenían en las puertas de las fábricas, ahora tampoco tienen que detenerse en el teclado de la computadora.

“Con un jefe digital que lo controla cada pocos segundos, no hay lugar para el ser humano”, dice Gabrielle Rejouis, profesora de renombre en el Centro de Tecnología y Privacidad de la Universidad de Derecho de Georgetown. ¿Qué reflejo te da?

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Con los derechos laborales como el norte, tenemos que aprovechar el potencial de lo digital. No podemos permitir la desigualdad, ni en algoritmos ni en espacios de trabajo. Y la transformación digital, que es inevitable, debe ser un estímulo para mejorar. Más innovación, más calidad en el empleo y más valor agregado, desterrando la naturaleza temporal y precaria de nuestro mercado laboral. No hay nada más antiguo que los bajos salarios, la explotación o la precariedad. Hace unos meses, estaba leyendo un artículo de Daniel Innerarity en el que se preguntaba: “¿Qué podríamos hacer para humanizar este nuevo entorno de trabajo y que no represente un revés y una degradación del mundo del trabajo?” Esa es la gran pregunta. La clave es que las conquistas laborales y sociales avanzan de la mano con nuevas herramientas y tecnologías. Un avance y un cambio en el modelo laboral hacia el siglo XXI no pueden significar una disminución de las condiciones laborales en el siglo XIX.

“Se dijo que los derechos de los trabajadores no se detenían en las puertas de las fábricas, ahora tampoco tienen que detenerse en el teclado de la computadora”.

AI significa la desaparición de empleos. ¿Cómo protegemos a los trabajadores con poco conocimiento tecnológico o con la incapacidad de reajustar debido a la edad o la capacitación?

La relación entre el aumento de la tecnología y la disminución del empleo no es tan automática como se señaló. Todavía estamos presenciando este proceso. Los poderes públicos, en cualquier caso, deben garantizar el derecho al trabajo de las personas, el acceso a la capacitación y habilitar mecanismos legales para hacerlo efectivo.

¿Está de acuerdo en que el gran desafío es que nadie se quede atrás y que todos los trabajadores tengan condiciones de trabajo decentes?

“Es necesario abrir un espacio para el pensamiento, para la calma, y ​​allí, el algoritmo y la filosofía pueden ir de la mano”.

Con o sin máquinas, las relaciones laborales son un área en la que la parte más débil es la persona que trabaja. Debe haber el Estado y las leyes. Si la recuperación económica y social que enfrenta este país no puede dejar a nadie atrás, tampoco lo hará la transición digital. Si la atención y el trabajo estable y basado en los derechos van a estar en el centro del cambio, la inclusión digital debe actuar eficazmente para superar la desigualdad. Porque donde hay desigualdad hay precariedad, brecha salarial y valoración injusta de los empleos.

Debido a que la tecnología lo hace posible, en este caso dentro del lugar de trabajo, ¿deberíamos aceptarlo?

No. Las posibilidades de controlar la actividad laboral siempre han existido, y siempre ha habido límites.

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¿Es el teletrabajo un ejemplo de cómo la tecnología puede conducir a un exceso de horas de trabajo y explotación de los trabajadores?

El teletrabajo ya era una prioridad para nuestro Ministerio antes de la pandemia y la crisis de salud ha revelado su importancia decisiva. Por esta razón, el anteproyecto de ley en el que trabaja el Ministerio, en armonía con la normativa europea y en el marco del Diálogo Social, permitirá que este tipo de trabajo se lleve a cabo con garantías, permitiendo mecanismos para garantizar la desconexión, protección contra riesgos. trabajo, cumplimiento de horarios de trabajo y descanso, remuneración justa por el tiempo efectivamente trabajado y el derecho a la salud ocupacional.

¿Va a aumentar la desigualdad? Por ejemplo, entre aquellos que tienen un jefe de robot (asociado con el trabajo de la plataforma, jinetes…) en comparación con aquellos que tienen uno físico, en principio vinculado a lo creativo.

No hay varios jefes, sino solo uno. Detrás de una máquina hay una persona, y cuando esa persona es el empleador, debe respetar los derechos fundamentales y laborales de los trabajadores. No nos dejemos encantar por la magia de las palabras: ¿hay alguien que vea en un jinete ¿un emprendedor? ¿Llamar a la desconexión de despido lo hace menos serio? ¿Evaluar el rendimiento con emoticones nos hace mejores?

Él piensa que vamos a un nuevo Taylorismo del siglo XXI. ¿Le tienes miedo?

Hemos tenido sucesivas y continuas Taylorismos a lo largo de la historia. El tipo de trabajo y la sociedad no dependen de las máquinas sino de las personas, así como de los gobernantes.

Una de las grandes víctimas de este jefe digital es la privacidad. ¿Cómo se protegerá al trabajador de este problema?

El derecho a la privacidad es, en España, un derecho constitucional. Pero, además, es un derecho que se desarrolla en el campo de la privacidad informática, tanto dentro de la Unión Europea como en el derecho interno español. En una sociedad cada vez más expuesta debemos estar muy atentos para garantizar esa protección.

Es evidente que hay una deshumanización del empleo. ¿Qué reflexiones éticas se plantean?

La relación entre ciencia y ética ha dado lugar a innumerables debates a lo largo de la historia. La privacidad, el derecho al trabajo, la salud psicosocial son los derechos de las personas a las que deben acomodarse las máquinas, y no al revés. Es muy tentador jugar con distopías, pero debemos dejar un espacio privilegiado para la reflexión. Estoy más a favor de hacer realidad las utopías. Las cosas van muy rápido en esta sociedad de redes, pero veo cada vez más la necesidad de abrir un espacio para el pensamiento, para la calma. En ese lugar, el algoritmo y la filosofía pueden ir de la mano. Y aprendamos de la lágrima que ha causado la pandemia: el trabajo ha recuperado su rostro, a los ojos cómplices de los médicos o enfermeras o en las manos de los cajeros de los supermercados, que nos han ayudado y ayudado. Trabajo humano salvando a otros seres humanos.

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Los algoritmos, como las máquinas, deberían librar a los humanos del trabajo de rutina con poco valor agregado. ¿Se sigue esta máxima?

Las tecnologías incorporan nuevas formas de vivir y trabajar, que requieren nuevas habilidades y capacidades. Es por eso que la educación y la formación digital también son importantes. Digital ofrece infinitas posibilidades, pero esas posibilidades también requieren habilidades, conocimiento, dedicación, trabajo, si lo desea, especialmente para aquellos de nosotros que no somos nativos digitales. Mi hija es y no habla de nuevas tecnologías. Es tu día a día, el magma en el que se desarrollan tu vida y tu percepción de la realidad. Además, ¿por qué no pensar de forma liberadora? El que según los clásicos permitiría a la persona actuar según sus propios deseos. Este espacio contemplativo también puede ser el resultado de la tecnología.

¿Son estos jefes de robots un recordatorio de que debemos renunciar al pleno empleo?

El problema no son las máquinas y las tecnologías, sino el papel de las leyes para cumplir su función de garantes de los derechos laborales de las personas. Y en este contexto, la cuestión de la distribución del trabajo debe plantearse, a través de una nueva concepción del tiempo de trabajo respetuoso de la vida personal y familiar, que también garantizaría el derecho a la limitación de las horas de trabajo a través del derecho a desconectarse.

Si los empresarios se sienten tentados a empujar las redes neuronales, los algoritmos, al borde de la ética, de los derechos humanos, ¿qué creen que sucederá?

Series de televisión sobre distopías cercanas, como Espejo negro o Años y años, nos presentan, todos los días, predicciones de lo posible. Pueden asustarnos en algunas ocasiones o alertarnos sobre ciertas tendencias o futuros. Son historias, en cualquier caso. No me atrevería a hacer predicciones futuras, soy cauteloso. Pero tenemos leyes, convenciones internacionales, tratados y tribunales que salvaguardan los derechos fundamentales, que no pueden ser violados, desde dentro o fuera de la tecnología. Sería injusto si solo pensáramos en el oscuro revés de los algoritmos y la inteligencia artificial y no en lo que es humano en todo esto.